1ª lectura: Primer Libro de los Reyes 19,16-21; Salmo 16(15),1-2.5.7-8.9-10.11; 2ª lectura: Gálatas 5,1.13-18; Evangelio según San Lucas 9,51-62.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios! que, en Jesús, es un Maestro Bueno y paciente que nos ayuda a crecer como discípulos suyos.
El texto del evangelio que meditamos hoy nos regala muchos temas para reflexionar, pero trataremos de no ser muy extensos.
El domingo pasado dijimos que estábamos en un momento clave del Evangelio de Lucas: comenzábamos una nueva etapa. Contemplamos a Jesús haciendo un alto en el camino para ver qué decía la gente de Él. Vimos que la multitud no había sido capaz de descubrir su verdadera identidad. Sí, lo hicieron sus discípulos a través de Pedro que lo reconoce como el Mesías de Dios. Luego de eso, Jesús les ordena no expresarlo a nadie, ya que para la multitud sería causa de confusión, y posteriormente les enseñó que el camino del Mesías hacia la Resurrección pasaba por el sufrimiento y la Cruz. El camino del discípulo no es diferente al de su Maestro, por eso Jesús dijo "quien quiera seguirme que tome su Cruz y me siga".
Hoy Jesús retoma su viaje. El texto nos dice que "se encaminó decididamente". El texto griego (el original) dice que "endureció el rostro", porque ir a Jerusalén es ir hacia la Pasión. Esta frase nos relaciona con la profecía de Isaías donde se nos dice que el Siervo de Dios endureció su rostro como el pedernal ante la injusticia, sabiendo que no quedaría defraudado.
Se dirigen desde Galilea hacia Jerusalén, para lo que deben atravesar Samaría. Envió mensajeros antes que Él, porque tiene planes de anunciar el Evangelio también a ese pueblo, pero ya sabemos de la rivalidad que separaba a judíos de samaritanos, y como Jesús se dirige hacia Jerusalén, deciden no recibirlo, lo que desata la furia de Juan y Santiago; no en vano Jesús los apodó "hijos del trueno". El enojo en estos discípulos hace que le hagan una pregunta a Jesús, que uno verdaderamente se pregunta de dónde la sacaron, es decir, ¿qué motivos les dio Jesús para decir tal disparate? Tres años lo llevan acompañando mientras Él predica la misericordia y el amor de Dios, pero ellos parecen no haber comprendido nada de lo que Jesús les enseñó. El evangelio delicadamente nos dice que "él se dio vuelta y los reprendió". Si yo hubiese estado en lugar de Jesús les habría dado una fuerte amonestación, pero Jesús es un Maestro Bueno, que nos acepta, con nuestros defectos y virtudes. También hoy, dos mil años después, hay gente capaz de decir cuando hay hechos de violencia en nuestros barrios "hay que matarlos a todos", "hay que hacer un muro y tirarles una bomba", "hay que quemarlos a todos", todas frases que muestran no sólo una intolerancia antievangélica, sino también una mentalidad que parece no haber evolucionado ¡en dos mil años!
Pero Jesús no obliga a aceptarlo. El está a la puerta y llama, pero espera a que nosotros le abramos; no viola nuestra libertad. Ésto es lo que enseña con su actitud de no enojarse con los samaritanos y seguir hacia otro pueblo.
En el camino tenemos tres ejemplos de llamadas al seguimiento. De estas tres llamadas lo que podemos rescatar es la urgencia del llamado, no hay excusa para dejar la respuesta a Jesús para después. Con estas respuestas a primera vista duras, lo que nos muestra Lucas es que si Jesús te llama hoy, hoy tenés que responderle, no hay nada más importante que Él. Pero el seguimiento no es para un éxito personal, porque "el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza"; recordemos lo que meditamos el domingo pasado, "quien quiera seguirme que tome su Cruz y me siga".
A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a seguir creciendo en nuestro camino de fe, que sigamos aprendiendo de este Maestro Bueno que es Jesús; y a María, Madre de Misericordia, le vamos a pedir que nos ayude a tener un corazón misericordioso como el de su Hijo, que nos ama y acepta tal como somos.
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