Discernimiento de los espíritus.

Reglas para de alguna manera sentir y reconocer las distintas inspiraciones que aparecen en el alma


De San Ignacio de Loyola.

Ignacio de Loyola (Azpeitia, c. 23 de octubre de 1491-Roma, 31 de julio de 1556) fue un militar y luego religioso español, surgido como un líder religioso durante la Contrarreforma. Su devoción a la Iglesia católica se caracterizó por la obediencia absoluta al papa. Fundador de la Compañía de Jesús de la que fue el primer general, la misma prosperó al punto que contaba con alrededor de mil miembros en más de cien casas —en su mayoría colegios y casas de formación— repartidas en doce provincias al momento de su muerte. Sus Ejercicios espirituales, publicados en 1548, ejercieron una influencia proverbial en la espiritualidad posterior como herramienta de discernimiento. La Iglesia católica lo canonizó en 1622, y Pío XI lo declaró patrono de los ejercicios espirituales en 1922.

Para San Ignacio, el discernimiento de espíritus es un proceso cuyo fin es elegir, en oración, entre caminos buenos, solamente lo que más conduce al servicio y alabanza de nuestro Señor, y a nuestra salvación.

Reglas:

1 A las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, el enemigo comúnmente acostumbra proponerles placeres aparentes, haciéndoles imaginar deleites y placeres sensuales para conservarlas y aumentar sus vicios y pecados. En ellas, el buen espíritu obra de modo contrario, cuestionándolas y remordiéndoles la conciencia a través de la razón.
(El mal espíritu nos empuja “barranca abajo, de pecado a pecado mayor).

2 En las personas que van purificándose intensamente de sus pecados y creciendo en el servicio a Dios, es al contrario que en la primera regla: es propio del mal espíritu morder, entristecer y poner impedimentos, inquietándolas con falsas razones para que no sigan adelante. Es propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y paz, facilitando y quitando toda traba para que progresen obrando el bien.

3 Llamo consolación cuando en el alma aparece algún movimiento interior que la inflama de amor a su Creador y Señor; ya no puede amar a ninguna cosa creada sino al Creador de todas ellas. También cuando derrama lágrimas de amor a su Señor, ya sea por el dolor de sus pecados, o de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, o de otras cosas directamente ordenadas a su servicio y alabanza. Finalmente, llamo consolación a todo aumento de la fe, esperanza y caridad, y a toda alegría interior que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud del alma, aquietándola y pacificándola en su Creador y Señor.

4 Llamo desolación a todo lo contrario de la consolación, así como oscuridad del alma, turbación, inclinación a cosas bajas o terrenas, inquietud debida a diversas agitaciones y tentaciones, tendencia a la infidelidad, sin esperanza ni amor, hallándose el alma toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Creador y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la desolación, los pensamientos que tenemos en la consolación son contrarios a los que tenemos en la desolación.

Consolación
Desolación
Amor a Dios o a los hermanos
Desconfianza
Aumento de fe
Falta de amor

Alegría interior
Predilección por cosas “secretas”
Tranquilidad y paz
Tristeza. Tibieza en mí, no jugármelas por entero.

En tiempo de desolación nunca hacer cambios, sino permanecer firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba antes de la desolación, o en la consolación anterior. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen Espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar un camino acertado.

6 Dado que en la desolación no debemos cambiar los primeros propósitos, ayuda mucho trabajar intensamente contra la misma desolación, insistiendo más en la oración y la meditación, discerniendo con cuidado, y extendiéndonos convenientemente en hacer penitencia.

7 El que está en desolación considere cómo el Señor le ha dejado en prueba con sus capacidades naturales, para que resista a las diversas agitaciones y tentaciones del enemigo con el Auxilio divino, que siempre le queda aunque no lo sienta claramente…

El que está en desolación trabaje por crecer en paciencia, que es contraria a las tribulaciones que le vienen, y piense que pronto será consolado, poniendo los medios contra la desolación como está dicho en la sexta regla.

9 Hay tres causas principales de desolación:
por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestro crecimiento espiritual, y así por nuestras faltas la consolación se aleja de nosotros;
para probarnos, para ver cuánto valemos y cuánto nos esforzamos en el servicio y la alabanza, sin tantas consolaciones y crecidas gracias;
para que interiormente sintamos que no es de nosotros tener gran devoción, amor intenso, lágrimas ni alguna otra consolación, sino todo es don y gracia de Dios nuestro Señor; y para que no nos instalemos en esas cosas alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o vanagloria, atribuyéndonos tal consolación.

10 El que está en consolación piense cómo estará en la próxima desolación, y fortalézcase para entonces.

11 El que está en consolación trate de humillarse y bajarse cuanto pueda, pensando qué poca cosa es en tiempo de desolación, sin esta gracia de consolación. Por el contrario, el que está en desolación, piense que puede mucho con la gracia de Dios, la cual es suficiente para resistir a todos sus enemigos, y así fortalézcase en su Señor.


12 … Es propio del enemigo debilitarse, desanimarse y retirar sus tentaciones cuando se resisten y enfrentan sus ataques. Si uno comienza a temer y a desanimarse en la lucha contra las tentaciones, no hay animal en la Tierra tan fiero como el enemigo de la humana naturaleza, que busque hacer daño con tanta mala fe.

13 Asimismo, el enemigo se parece a un vano enamorado en querer ser secreto y no descubierto. El hombre vano que intenta seducir a una hija o mujer casada quiere que sus palabras y sugerencias sean secretas, y le molesta mucho cuando la hija al padre o la mujer al marido descubren sus palabras engañosas y su intención depravada, porque deduce fácilmente que no podrá salirse con la suya. De igual manera, cuando el enemigo de la humana naturaleza trae astucias y sugerencias al alma justa, quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto. Si se descubren al buen confesor o a otra persona espiritual que conozca sus engaños y malicias, le  molesta mucho, porque sabe que al haber sido descubierto ya no podrá lograr su objetivo.

14 Asimismo, el enemigo actúa como un asaltante para vencer y robar lo que desea. Así como un capitán, estudiando las fuerzas o disposición del adversario, le combate por la parte más débil, de la misma manera el enemigo de la humana naturaleza, rondando, examina todas nuestras virtudes —teologales, cardinales y morales—, y por donde nos halla más débiles y necesitados nos ataca y trata de tomarnos.

Otras reglas importantes:

15 Es propio de Dios y de sus ángeles, en sus mociones, dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación que el enemigo induce; del cual es propio militar contra la tal alegría y consolación espiritual, trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias.

16 Propio es del ángel malo, que toma la apariencia de ángel de luz, entrar con la ánima devota, y salir consigo; es a saber, traer pensamientos buenos y santos conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse, trayendo a la ánima a sus engaños cubiertos y perversas intenciones. (El mal espíritu se “disfraza de bueno”).

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