Querido Daniel:
Me sorprendió duramente tu partida. Me hubiese gustado decirte un "hasta luego", pero no pude, por eso, de alguna manera lo hago de esta forma.
Durante mis años de seminarista, te conocí como referente, un sacerdote de convicciones maduras, un historiador apasionado, un profesor que trasmitía su pasión a los alumnos.
Pero desde el año pasado, el P. Cacho "nos unió", y pasaste a ser para mí maestro. La charla que tuvimos en la Rural del Prado, mate por medio, mientras armábamos el stand de nuestra parroquia con el testimonio de Cacho, fue una lección de vida. Me sentí un privilegiado de poder escucharte así, con la experiencia de alguien que tiene mucho más camino recorrido que yo. Fuiste maestro. Pero como buen maestro me enseñaste que ésa no era la faceta que deseabas en nuestra relación. Me hiciste sentir hermano, y te seguí con la admiración que tiene un hermano menor por el mayor. Pero con el correr del año, te terminé sintiendo amigo, compañero de camino.
Me siento muy torpe al escribir esto; ¡hay tanto que reflejaría mejor tu persona!
Tu partida me deja sentimientos encontrados...
Me desconcertó y dolió...
Pero luego me puse a pensar... Te fuiste con esplendor, en actividad, luego de un intenso año de actividades y reflexión por los 25 años de la Pascua de Cacho. Hace casi un mes cerrabas el ciclo de charlas en nuestra comunidad. Te fuiste como sueña todo jugador de fútbol, siendo campeón, y dejando testimonio para que algunos, como yo, encuentren nuevas esperanzas. Me gustaría también partir así, sacerdote hasta el final, y dando hasta el último aliento por Jesús y la comunidad.
Que el Señor te recompense por tanto bien compartido.
Otro amigo te espera para matear, ése que nos unió hace un año, y que nos enseño "Coraje. Cristo venció. Ni el pecado ni la muerte tienen la última palabra". P. Cacho.
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