Los católicos fundamentamos nuestra fe en tres fuentes: la Biblia, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, los cuales se relacionan y exigen entre sí.
La Biblia es la palabra de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo con el fin de darse a conocer a la humanidad y comunicarle su plan de salvación. Creemos que aceptar sólo la Biblia como fuente de la fe la haría incompleta y tendríamos peligro de caer en algún error.
La Tradición se origina en la palabra de Dios confiada a los apóstoles y transmitida a sus sucesores para que, guiados por el Espíritu de la verdad, sea preservada, expuesta y difundida entre todos los miembros de la iglesia. Los cristianos católicos conservamos, practicamos y profesamos la fe recibida a través de la Sagrada Escritura y la Tradición.
El Magisterio de la Iglesia consiste en la responsabilidad de cuidar la integridad de las enseñanzas de la Biblia y es ejercido por los obispos en unión con el Papa. Es el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita... en nombre de Jesucristo. El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo lo escucha devotamente, lo custodia celosamente y lo explica fielmente.
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