sábado, 30 de marzo de 2019

Domingo IV de cuaresma

1ª lectura: Josue 5,9a.10-12; Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7; 2ª lectura: Carta II de San Pablo a los Corintios 5,17-21; Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que en su infinita misericordia, como Padre bueno, nos espera con los brazos abiertos para recibirnos cada vez que nos alejamos.

El texto del evangelio que hoy meditamos, es la llamada "Parábola del Hijo Pródigo", y es un texto que nos daría para hacer un retiro espiritual, dada la profundidad de su simbología; pero intentaré no extenderme mucho.

Recordemos que en la parábola lo que importa es el mensaje que quiere transmitir, a diferencia de la alegoría donde cada elemento tiene su propio significado. Por esto, no tenemos que dejarnos distraer por la "escenografía". 

Nuestra primera reacción a la parábola, seguramente será ponernos del lugar del hijo mayor, y reclamar ante la "injusticia" que significa el festejo del regreso del irresponsable del hijo menor. Pero ésta, es la reacción normal ante una lectura superficial del texto; cuando uno profundiza en él, descubre una historia muy distinta.

Es cierto que las actitudes del hijo menor son muy reprochables: pide su parte de la herencia, que iba a recibir luego de fallecido el padre, es como si dijera que para él, ya está muerto; se va a un país lejano, rompe la comunión con su familia, es como si renegara de ella, y de la vida compartida con ella; gastó todos sus bienes en una vida que lo deshumanizó; y en el fondo de la crisis, en vez de pensar en pedir perdón al padre, piensa en que éste lo trate como a uno de sus trabajadores.

Pero miremos el texto como Jesús quiere que lo miremos. El padre de la parábola es Dios Padre, que nos regala la vida en herencia, sin merecerlo de nuestra parte. ¿Quién es el hijo menor? ¿Quién es el mayor?

El hijo menor representa al hijo que rompe la relación con el Padre, es decir, peca. Ahora bien, los únicos dos que nunca rompieron su relación con Dios son Jesús y María; por lo tanto, el hijo menor nos representa a nosotros. Tenemos que admitirlo, para poder estar dispuestos a recibir el abrazo del perdón del Padre. En caso contrario, nos creeremos perfectos, como el hijo mayor, que aparentemente nunca se alejó del Padre, pero por su reproche demuestra que todo este tiempo que permaneció junto a él, estaba a disgusto, esperando cobrar una recompensa. Sin saberlo, afectivamente, el hijo mayor también se había ido lejos.

Todo esto nos enseña dos etapas de un proceso: primero, estamos llamados a reconocer con sinceridad nuestra debilidad y pecado para; segundo, abrirnos al perdón que Dios nos quiere ofrecer. Por esto, San Pablo nos dice que "El que vive en Cristo es una nueva criatura"... porque Dios "nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación"... "somos, entonces, embajadores de Cristo"... para aconsejar a nuestros hermanos: "Déjense reconciliar con Dios".

El amor misericordioso de Dios es un regalo tan grande que nada que hagamos nos hace merecedores de él: pero es un regalo, es gratuito. Por eso, el salmista nos invita a decir: "Bendeciré al Señor en todo tiempo... Busqué al Señor: El me respondió y me libró de todos mis temores, que lo oigan los humildes y se alegren... Miren hacia Él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias". Pero como digo siempre: es un regalo y una tarea. Estamos llamados a ser misioneros de este amor, que es el único que nos sana y salva.

A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos regale reconocer nuestra debilidad y pecado, para abrirnos a su abrazo misericordioso; y a María, Madre de misericordia, que nos ayude a ser como ella, misioneros de este amor, para tantos hermanos y hermanas que tanto lo necesitan.

domingo, 24 de marzo de 2019

Domingo III de cuaresma, ciclo C.

1ª lectura: Éxodo 3,1-8a.13-15; Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8.11; 2ª lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios 10,1-6.10-12; Evangelio según San Lucas 13,1-9.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que es misericordioso y nos tiene una paciencia infinita.


Seguimos avanzando en este Tiempo de Cuaresma, y el texto de hoy nos invita a meditar sobre la paciencia y misericordia que Dios nos tiene.

La mentalidad de los judíos de la época de Jesús era muy concreta, y consideraba que cada uno tenía la vida que merecía; por lo tanto, a los que le iba bien eran bendecidos por Dios, y a los que le iba mal era debido a su pecado o el de sus padres. Es un razonamiento simplista, completamente falso, como lo demuestra la experiencia cotidiana, o como ya lo había hecho la Sagrada Escritura en el libro de Job, tratando el sufrimiento del inocente. Pero no nos escandalicemos de aquellos judíos, porque aún hoy mucha gente, y mucha cristiana, sigue sosteniendo esto, y cuando algún hecho negativo nos sorprende, muchas veces es nuestra primera reacción "algo habrá hecho", "se lo merecía", etc. Insisto en que la realidad nos muestra día a día la falsedad de este razonamiento, cuando vemos tantos inocentes sufrir y tantos culpables teniendo éxito; y ésto sin que Dios tenga responsabilidad, ya que , Él respeta nuestra libertad, y permite que estas cosas ocurran.

Zanjada esta cuestión, Jesús nos invita a reflexionar sobre la misericordia de Dios. Él es un Padre bueno, que espera hasta el último momento nuestra conversión, y aunque caemos, una y otra vez, nos regala una nueva oportunidad. Sin embargo, como he dicho muchas veces, esto no es una "vía libre" al pecado, es decir, es falso pensar "pequemos, igual Dios nos perdona". San Pablo una y otra vez nos exhorta, como hoy: " no nos dejemos arrastrar por los malos deseos... No nos rebelemos contra Dios"... "somos hijos de la Luz", comportémonos como tales.

Una vez más, estamos llamados especialmente a ser misioneros de la misericordia. Recibimos este llamado como lo recibió Moisés. Dios ha visto la opresión de nuestro pueblo, y nos pide anunciarles su amor y misericordia, la única que nos libera y salva. Porque, como dice el salmo: "El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos;... El Señor es bondadoso y compasivo,  lento para enojarse y de gran misericordia; Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por nosotros".

A este Dios que es tan bueno, le vamos a pedir que nos ayude a comprender su amor y misericordia por nosotros, y a ser misericordiosos como lo es Él; y a María, Madre de Misericordia, que nos ayude a ser como ella, misioneros de este amor para tantos hermanos que aún no lo conocen.

domingo, 17 de marzo de 2019

Domingo II de Cuaresma

1ª lectura: Génesis 15,5-12.17-18; Salmo 27(26),1.7-8.9abc.13-14; Filipenses 3,17-21.4,1; Evangelio según San Lucas 9,28b-36.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que hoy nos dice a cada uno "Tú eres mi Hijo, mi elegido".

Ésta no es sólo una hermosa frase para sentirnos bien; es nuestra más profunda identidad. Lo sabemos gracias a San Pablo, que nos enseñó que por el Bautismo pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo, y a partir de este hecho, todo lo que se diga de Jesús se puede decir de nosotros, en cuanto miembros de Cristo. Por esto, con toda propiedad podemos decir que estas palabras del Padre están también dirigidas a cada uno de nosotros: "Tú eres mi Hijo, mi elegido". 

Meditamos en el texto del evangelio de hoy el misterio de la Transfiguración, en el cual, Jesús deja entrever su naturaleza divina a Pedro, Santiago y Juan. Los especialistas dicen que éste fue un gesto de Jesús para prepararlos al difícil momento de la Pasión. Nuestro querido San Pedro, una vez más hace gala de su impulsividad, y le pide a Jesús hacer tres carpas para quedarse en esa situación. Es perfectamente comprensible. Está con Jesús, se siente en el Cielo; ¿qué hay de malo en su planteo? Que sin saberlo él (Lucas dice que Pedro no sabía lo que decía, es decir, no había pensado en el alcance de su afirmación), es una actitud egoísta. Me explico. Quedarse en esa situación, soñada para Pedro, implicaba que Jesús no cumpliera su misión, no nos amara hasta la muerte y muerte de Cruz, y no nos habría salvado. Evidentemente, Pedro no tenía ni idea de estas consecuencias. Pero Jesús sí tenía clara su misión, por eso los invitó a bajar del monte y continuar cumpliendo la Voluntad del Padre.

En este segundo domingo de cuaresma, meditar este texto es una invitación para que nosotros también nos preparemos, que teniendo en el horizonte la Resurrección asumamos con toda su profundidad la Pasión y Muerte de Jesús.

Este episodio, entonces, en la vida de los discípulos es una oportunidad para hacer lo que más tarde nos enseñaría San Ignacio de Loyola: en tiempos de satisfacción espiritual (consolación) reservar fuerzas para los momentos de crisis (desolación). Es un excelente consejo para vivirlo nosotros.

Pero las lecturas de hoy nos aportan otros hermosos consejos para nuestros tiempos de crisis. En la primera lectura contemplamos a Abram , un anciano que no esperaba nada nuevo de la vida, al que Dios sorprende con su llamado y una nueva misión. Obviamente Abram se debe haber sentido desconcertado, como nos desconcertamos nosotros en las crisis. En esos momentos, recordemos las palabras de nuestro Dios: "Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas"; como para decirnos "levanta la mirada, sal del encierro de tus preocupaciones, contempla la inmensidad y belleza de la Creación, y aún así, nosotros somos su creación más amada". Por eso, el salmista nos invita a decir "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?... El Señor es el baluarte de mi vida... tú, eres mi ayuda". Y cuando la angustia parezca oscurecer nuestra mirada, recordemos el consejo del salmista: "Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor". Espera en el Señor porque Él no nos abandona nunca, porque Él es fiel a sus promesas..

San Pablo nos recuerda que "El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso", como en las Bodas de Caná, tomará nuestra pobre agua y la transformará en el vino mejor. Pero para hacernos beneficiarios de esta promesa, San Pablo nos exhorta "hermanos míos muy queridos,... perseveren firmemente en el Señor"

A este Dios que es tan bueno, le vamos a pedir que nos ayude a tomar conciencia de su amor; y a María, Madre de la Luz, le vamos a pedir que nos ayude a perseverar como ella, firmes en la fe.
  

lunes, 4 de marzo de 2019

1er Consejo Parroquial del año.


El pasado viernes 1º de marzo, nos reunimos en el primer Consejo Parroquial de este año.
En continuidad con lo que meditamos juntos el año pasado, con motivo de los 80 años de nuestra parroquia, decidimos hacer más visible la convicción de que "La parroquia la hacemos todos". 
Por este motivo, cambiamos la dinámica de trabajo en el consejo, y decidimos trabajar en pequeños grupos a partir de tres preguntas:
1) ¿Qué es lo fundamental que queremos lograr como comunidad este año? (Objetivo general). 
2) ¿Qué otras cosas nos parecen importantes lograr? (Objetivos específicos). 
3) ¿Qué actividades nos gustaría desarrollar este año?
Luego de un tiempo trabajando en grupos, pusimos en común y discernimos las distintas propuestas.

Los tres grupos estuvieron de acuerdo en que lo más importante para este año, es que nos sintamos más unidos como comunidad, lo que implica crecer en el escucha, el respeto, la solidaridad y la honestidad.
Otros objetivos que nos gustaría trabajar son:
- Fomentar la participación en las actividades de todas las personas que asisten a misa.
- Fomentar espacios de encuentro fraterno con las personas que trabajan en los distintos proyectos sociales. 
- Promover más instancias para sentirnos comunidad, como ser, festejar los cumpleaños de la comunidad cada dos meses.

También se realizaron otras propuestas, como retomar los paseos comunitarios, tener talleres, jornadas de mejoramiento y limpieza de la parroquia, taller de discernimiento político, y retiros, entre otras.

Este año celebraremos 90 años del nacimiento del P. Cacho, no sólo con una misa, sino que propiciaremos un retiro con la espiritualidad de Cacho en el fin de semana previo a la celebración. 

El próximo Consejo será el 29 de marzo, y el domingo 31 celebraremos los cumpleaños de quienes cumplieron desde principio de año hasta esa fecha.