En la noche del sábado, en el Santuario del Cerrito, Julio y Orquídea celebraron su matrimonio religioso. Para mí, no fue una celebración más, ya que, además de la celebración del sacramento, esta pareja estaba cumpliendo un sueño postergado por más de veinte años.
Julio y Orquidia es un matrimonio de clasificadores que viven cerca de Aparicio Saravia y Casavalle. Toda su vida han venido levantándose antes de la salida del sol, para ir a buscar su sustento, reciclando lo que otros han desechado. Durante muchos años viajaban a pie, con un carrito, haciendo más de veinte kilómetros por día. Cuando pudieron ahorrar algún peso, pudieron hacerse de un caballo, que cuando uno ya es más grande, y no puede hacer el desgaste de la juventud, vino a auxiliar su trabajo.
Con una generosidad admirable, han recibido con alegría los hijos que nacieron de su amor, unos nueve, a quienes intentaron darle siempre lo mejor.
Sobre el fin de año pasado se acercaron a nuestra comunidad a hablar con el P. Richard. La inquietud provino de Orquidia, que quería celebrar el matrimonio religioso, luego de casi 25 años de matrimonio civil. La primera dificultad que apareció, fue el que ellos no estaban seguros de haber sido bautizados. Recorrieron varias parroquias buscando este dato que nunca apareció. Por eso, el P. Richard les propuso posponer el matrimonio, y hablarlo con más tranquilidad con el sacerdote que viniese en su lugar.
En febrero, aparecieron en la primera misa que celebré en nuestra comunidad. Después de presentarse, me manifestaron su inquietud de bautizarse. Luego de charlarlo con Lourdes Pérez, decidimos comenzar la catequesis, que nos ayudó a conocerlos más. Allí descubrimos que esto era parte del sueño de Orquidia, que Julio quería regalarle. Algo que para nosotros se ha vuelto algo no más trascendente que el sacramento en sí, para ella era cumplir un sueño: casarse por Iglesia como lo hacían los demás, y como lo veía en la tele: poder vestirse de blanco, entrar con la marcha nupcial, símbolos que para ellos parecían inalcanzables, pero que hablan de su aspiración a superarse.
Luego un precioso proceso de catequesis, junto a Lourdes decidimos celebrar el bautismo el 30 de marzo, cumpleaños de Orquidia, porque para ella era el mejor regalo que le pudiesen hacer. Pensamos que el casamiento sería pronto, pero lo económico pesó para ellos. El caballo que utilizaban murió, después de haberlos acompañado tantos años. Había que ahorrar para comprar otro. Obviamente para nosotros lo económico no era impedimento, ya que con nosotros no tenían que pagar nada. Pero recordemos, además del sacramento había un sueño, de poder vivir lo que otros viven y ellos veían muy lejano; conseguir un vestido blanco, un lugar para la fiesta; además, sus hijos querían que se celebrase en el Santuario del Cerrito; ¿por qué? Quien visitó el Santuario del Cerrito lo entenderá. Es un templo tan bien arreglado que parece sacado de los sueños, y si se quería cumplir un sueño, ése debía ser el lugar. Resultado, el casamiento se pospuso, tanto que Lourdes no pudo participar por haber regresado a su tierra.
Los meses pasaban y no habían noticias. Llegué a pensar que su sueño se había disipado, hasta que hace unas semanas llegaron a la parroquia con la fecha. Entre lágrimas, Julio contaba su asombro, porque varios sueños se estaban haciendo realidad. Luego de 25 años, por fin tenía una casita de material que construyeron con mucho esfuerzo, y ahora se venía el casamiento tan deseado.
Julio y Orquidia le enseñaron a sus hijos con su ejemplo, que es posible conseguir lo que uno sueña con mucho esfuerzo, y sobre todo, sin dejarse vencer por las dificultades. Y a mí me regalaron ser testigo, una vez más, de las maravillas que hace Dios con su pueblo, en especial, con los humildes.
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