37. En 1988 la
comunidad sigue su marcha. Compartiendo las necesidades, los sufrimientos y
los esfuerzos de nuestros barrios en la búsqueda de una vida más humana para
todos. Testimoniando desde dentro de ese caminar juntos la esperanza que nos
sostiene: Jesucristo. Escuchando su palabra, celebrando su presencia,
dejándonos penetrar por su Espíritu que todo lo transforma. Apoyándonos,
corrigiéndonos fraternalmente, sabiendo que, como dice San Pablo, somos
miembros los unos de los otros. Juntándonos en grupos de revisión de vida para
ayudarnos a superar el individualismo y la pasividad, que siempre nos acechan.
Para comprometernos en serio con los demás en la gestación de un mundo nuevo,
apoyados en Aquel que nos precede e impulsa con su promesa y su fuerza.
38. Demos gracias a Dios
porque al recorrer los 50 años de existencia de nuestra comunidad parroquial
descubrimos un pasado lleno de valores vividos y de testimonios que nos
estimulan a seguir caminando. Esta memoria viva nos ayude a construir con
nuestro esfuerzo y nuestra confianza en Dios, un hombre, un barrio, un país más
justo, fraterno y evangélico.
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