Reflexión sobre la fidelidad de Jesús en Getsemaní.
Para entender qué significa Getsemaní en la vida de Jesús, tenemos que remitirnos al origen del mundo, a la Creación. Dios es Amor (1 Jn 4, 8), y “el amor no sabe vivir sino comunicándose” (Don Baltasar Pardal Vidal). Por amor, Dios nos creó, y toda la historia es historia de una relación de amor entre Dios y el ser humano; es un largo diálogo de amor entre un ser humano frágil, a quien le cuesta ser fiel, y que suele caer fácilmente; y un Dios que a pesar de las equivocaciones del ser humano se mantiene fiel a toda costa.
Cuando pensábamos que la fidelidad es imposible, porque “la carne es débil” (Jn 14, 38), Dios, por amor, en Jesús, se hizo hombre y fue igual a nosotros, pero siempre fiel, sin caer. Jesús nos enseñó la verdad sobre este Dios que es Amor, y que nos acepta tal como somos. Lo enseñó con palabras y obras: ayudando, sanando y promoviendo a los que se les acercaban; en especial, a aquellos que habían sido dejados de lado, marginados, los más débiles de su sociedad. Esto fue visto como una “amenaza” al “statu quo” por las autoridades de la época, que por tener paz con el imperio romano habían “transado” con la mediocridad. Después de tres años de actividad, Jesús se les volvió insoportable, ya que cada vez más gente lo seguía; y decidieron matarlo.
Después de celebrar la Última Cena con sus discípulos, en la que nos regaló la Eucaristía, la Misa, la forma de hacerse realmente presente entre nosotros por siempre, se dirigió a Getsemaní para rezar. Pide que tres discípulos más íntimos se queden velando y rezando por Él, pero lo dejan solo.
Jesús vive la angustia de la soledad y del peso de sus opciones. Sabe que seguir adelante siendo fiel a lo vivido le puede costar la vida. Seguramente le costó entender por qué le devolvían tanto odio a una entrega de tanto amor.
Podría retractarse, huir, ser un buen maestro de la ley, acomodarse al “statu quo”, “transar” con las autoridades. Es la tentación del “está bien”, “ya hiciste mucho bien”, “cumpliste, ahora retírate”, “¿te parece que vale la pena dar la vida por éstos, que no son capaces de entenderte, desde las autoridades hasta tus amigos más íntimos?” “¡No! ¡Salvate vos, y dejá que ellos hagan su camino!” “Podés hacer mucho bien en secreto, sin que te persigan como ahora”. “Pensá un poco en vos”.
Jesús, representando a toda la humanidad, con toda la historia pesando sobre Él se enfrenta a la disyuntiva, ser fiel hasta el final y que esto le cueste la vida, o renunciar, “irse al mazo”, y “salvar” su vida. Resuena el grito angustiado de Jesús: “Padre, si puedes, que pase de mí este cáliz”, es decir, “si puedes, evitame pasar por tanto dolor”, “pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mt 26, 39). Pero inmediatamente entendió que la fidelidad al amor implicaba ir hasta las últimas consecuencias.
Jesús fue fiel hasta el final, gracias a Él se sanó esta historia de amor de la que hablábamos al principio; el ser humano pudo responder a Dios como Él merecía; el ser humano aprendió que es posible ser fiel, con la ayuda de Dios. Gracias a Jesús recuperamos la amistad con Dios, podemos llamarle amigo. Habiendo resucitado, sigue estando vivo entre nosotros, y sigue siendo fiel.
¿Qué significa en nuestra vida?
Todos vamos a tener “nuestro” Getsemaní, un momento en que nuestra fidelidad a un proyecto de amor será probada por las circunstancias que nos toquen vivir. Seguramente vamos a sentir la tentación de dejar todo, de huir del conflicto, de buscar sólo mi voluntad, mi capricho, mi aparente felicidad sin tener en cuenta al otro. O podemos ser fieles hasta el final a un proyecto de amor construido por dos, y sostenido por el amigo más fiel, Jesús.
Podemos en esos momentos de prueba, recurrir como Jesús, a nuestros amigos más íntimos, en especial a Uno, que es Él mismo, Jesús, el único que no nos falla, el único que está siempre, el único capaz de comprenderme más que nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario