Por amor al Padre Cacho
Voy a
escribir esta vez
la historia
de un hombre santo
que hasta
nosotros llegó
y nos cubrió
con su manto.
Un manto de
amor, de pan
y de
palabras sinceras
que en el
frío de la miseria
se nos
volvió primavera.
Fue
golpeado, pisoteado,
lo aceptó
como Jesús,
llevó con
mucha paciencia
esa tan
pesada cruz.
Dios lo
trajo hasta nosotros
él por amor
se quedó
para tratar
de ayudarnos
y vaya si lo
logró,
A mi gente
yo le pido
unámonos
mucho más
para que
juntos podamos
con su obra
continuar.
Que en
nuestra zona
no existan
nunca más
niños
descalzos
tampoco
gente con hambre
que se
terminen los ranchos.
Cuidemos con
gran esmero
la herencia
que él nos dejó
luchemos por
gran justicia
pero siempre
con amor.
Padre Cacho,
vos has sido
en nuestra
comunidad
padre,
amigo, hermano, vecino,
todo eso y
mucho más.
Escribí esto
pues sabía
que el Padre
estaba por partir,
estaba por
iniciar ese viaje sin retorno
y para que
no se pierda todo
lo que él
dio de sí, para que comprendamos
su
sufrimiento sin queja
y valoremos
todo lo que él hizo
por los
humildes, los desprotegidos
los
marginados.
El fue
incapaz de ofender a nadie,
defendía, peleaba por su gente,
pero sin
armas
con palabras
llenas de verdad y bondad,
cuántas veces le decíamos
tal o cual
cosa está marchando mal,
y contestaba con alguna parábola de la Biblia,
justificándolo todo.
Los que
estaban a su alrededor
no pasaron
hambre,
pues él repartió
el pan,
no tenían
frío,
pues él los
abrigó,
no tenían
pena
porque los
consoló.
Cuántas
cosas hermosas nos dio,
nos enseñó a
rezar pues muchos
quizás por
los mismos sufrimientos
lo habían
olvidado.
Nos enseñó a
trabajar para alimentarnos,
pues decía que el pan
ganado
con el sudor de la frente tiene mejor sabor
nunca nos
obligó a ir a misa
solo nos
enseñó a amar a Dios y respetarlo.
Cuando había
un enfermo
él tenía el
remedio,
cuando una
familia estaba en la calle
él tenía un
lugar.
Las ollas
populares fueron alimento
cuando más se precisó y él las sostenía,
luego las
guarderías recogieron a los niños
para que los
padres pudieran trabajar.
Por medio de
él llegaron a la zona,
arquitectos que dieron trabajo
a hombres que no lo tenían,
asistentes
sociales para solucionar problemas de familias,
abogados, asesores para indicar
lo que era mejor,
maestros
para los niños
que tenían dificultad
en la escuela,
médicos para
la policlínica del barrio,
taller de
costura
y
manualidades para mujeres y niños,
grupos de Biblia
para ayudar
a meditar.
Herrería
para los muchachos.
Podría estar
horas y horas
escribiendo
todo lo que él hizo
pero no es
necesario
pues todos
lo sabemos.
Lo que sí
quiero decir
es que yo en
particular,
no he
conocido hombre
más sencillo
y bueno
que el Padre
Cacho,
él era capaz
de perdonar setenta veces,
también
quiero pedirles
que piensen
que el Padre Cacho
no se fue.
Murió su cuerpo
pero su
espíritu vivirá entre nosotros
mientras
esté presente en nuestro corazón,
mientras haya una persona junto a otra,
mientras haya
un grupo con ansias de trabajar.
Mientras se
levante una vivienda
mientras las
guarderías recojan
con amor a
los niños,
mientras los
carritos estén en la calle
mientras haya una flor en la tierra,
mientras
respetemos su memoria
Cacho estará
presente.
No debemos
permitir
que el
egoísmo nos invada
debemos
permanecer juntos
para poder
apartar las piedras
que
encontremos en el camino
debemos
mantener la luz
que él nos
dejó, encendida para siempre
por nosotros
y por vos,
Padre Cacho.
Angélica Ferreira
Poetiza
Amiga del P. Cacho
Vecina del barrio Plácido Ellauri
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