Reflexión a partir de las lecturas de la Misa de Pentecostés.
1ª lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11; Salmo 104(103),1ab.24ac.29bc-30.31.34; Carta I de San Pablo a los Corintios 12,3b-7.12-13; Evangelio según San Juan 20,19-23.
Queridos/as hermanos/as:
¡Qué bueno es Dios!, que nos envía su Espíritu que nos libera de las fronteras que nos construimos.
Celebramos la venida del Espíritu Santo a su Iglesia, pero una venida que es siempre nueva: no "recordamos" lo sucedido hace casi dos mil años, sino que lo "actualizamos", hoy el Espíritu nos saca de nuestros encierros.
El encierro de los discípulos es un tema común tanto en la primera lectura como en el Evangelio. Estaban encerrados "por miedo a los judíos". Pero este encierro delata otros encierros, los interiores: aún no habían comprendido el alcance de la Resurrección de Jesús que "hace nuevas todas las cosas". El encierro enquista y enferma, el aire se vicia, y nuestro encierro se va transformando en sepulcro.
En el Evangelio, Jesús rompe en encierro de los discípulos, y los envía a salir, a cruzar las fronteras que ellos se habían hecho, son enviados a todas las personas de la misma manera, y con la misma autoridad con la que el mismo Jesús fue enviado por el Padre. Una misión que nos queda grande, por cierto, pero cuando Dios da la misión, da la fuerza para cumplirla: sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo".
En la primera lectura, es el mismo Espíritu el que rompe el encierro, e impulsa a los discípulos a romper fronteras para hablar a cada uno en su idioma.
Ahora bien, dijimos que esta celebración no es "recuerdo", sino "actualización". Hoy el Espíritu viene a rescatarnos de nuestros encierros, y a romper las fronteras que nos hemos construido, y no hablo de fronteras entre naciones, hablo de las nuestras, de ese límite que nos cuesta cruzar para ir al encuentro del otro, que va desde el prejuicio, hasta lo físico. Dice la trabajadora social Graciela Pintos, que hay un estudio que afirma que un porcentaje de la población de Montevideo jamás cruzará de Avenida Italia hacia el Norte. Esta Avenida se convierte en una frontera simbólica.
Celebramos los 25 años de la Pascua de Cacho, un verdadero Cruzador de Fronteras, y si me han seguido hasta aquí comprenderán la conexión... Frente a los prejuicios de que Cacho sólo se dedicó a lo social, hoy decimos con toda convicción: Cacho se dejó guiar por el Espíritu Santo para cruzar una frontera que para él mismo era muy difícil. Como lo cita Mercedes Clara en su libro -Padre Cacho. Cuando el otro quema adentro-, "Cuenta Cacho: Salía a recorrer esos lugares a pie y sentía miedo, el miedo de ver una frontera que no podía pasar. Sentía el llamado del Señor a ir a vivir allí, y le pedía que me mostrara el camino." Pero aún ya en el barrio "Se siente extranjero, y como tal avanza en el nuevo país. Sabe que no es fácil atravesar las fronteras. Sabe que las fronteras invisibles son el obstáculo más difícil de sortear, porque están afuera y adentro de uno mismo. No se cruzan de una vez y para siempre, es una tarea cotidiana que exige apertura, humildad, lucidez, paciencia y, sobre todo, no perder la capacidad de indignación frente al dolor de los otros." Y añade: "No sabía cómo dar el paso, estudiaba la manera, como si fuera un país extranjero, que nos resulta difícil hablar el mismo idioma."
Cacho vivió su propio Pentecostés. El Espíritu Santo lo ayudó a cruzar la frontera, y hablar "en su idioma de dolor y frustración, que allí en medio de ellos está Él, Él que puede cambiar la muerte en vida, la negación en esperanza" (P. Cacho).
Cacho fue capaz de cruzar la frontera porque, como lo demuestran sus oraciones publicadas en el libro "Encuentro. Una mística del compromiso", sabe que no está solo, sabe que el Señor lo acompaña. Es imposible que un hombre, con la edad y experiencia de Cacho se animara a cruzar esa frontera, abandonar todas sus seguridades, y mantenerse fiel hasta el final sólo por un ejercicio de voluntad. Sólo es posible comprender su fidelidad desde la fuerza de este Espíritu que nos sostiene con su amor.
Pero esta memoria agradecida del Padre Cacho no puede quedar en la simple emoción. También nosotros debemos preguntarnos: ¿qué fronteras no me animo a cruzar?, ¿dejo que el miedo me encierre?, ¿estoy dispuesto a dejarme llevar por el Espíritu más allá de mis fronteras?
Hoy Jesús sopla sobre nosotros y nos dice "Reciban mi Espíritu. Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Salgan de sus encierros y anuncien al mundo "Ánimo, Jesús venció, ni el pecado, ni el sufrimiento, ni la muerte, tienen la última palabra" (paráfrasis del P. Cacho).
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