domingo, 4 de marzo de 2018

Domingo III de Cuaresma, ciclo B.

1ª lectura: Exodo 20,1-17; Salmo 19(18),8.9.10.11; 2ª lectura; Carta I de San Pablo a los Corintios 1,22-25;  Evangelio según San Juan 2,13-25.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, cuya sabiduría nos salvó.

Esto es lo que el Apóstol San Pablo nos quiere trasmitir en el fragmento de la carta que leímos, cuando dice que predicamos a Cristo crucificado, fuerza y sabiduría de Dios.

En este camino de cuaresma que estamos recorriendo, hoy la Iglesia nos invita a meditar el fragmento del evangelio donde Jesús expulsa a los vendedores del templo quienes, en palabras de Jesús, habían convertido a la casa de su Padre en una casa de comercio, y que lucraban con la fe del pueblo. Las autoridades religiosas del templo tenían relaciones de interés con los vendedores y, por esto, enojados preguntaron a Jesús quién le había dado autoridad para hacer algo así, expresado en la frase "qué signos haces para obrar así". Jesús les responde con el gran signo de su futura resurrección, en las palabras "destruyan este templo y en tres días lo levantaré", frase que no comprendieron. Muchos, al ver los signos que hacía creían en Él, y las autoridades religiosas de los judíos empezaron a mirar a Jesús como una amenaza a sus intereses.

Este episodio ocurrió cuando se acercaba la Pascua de los judíos. Nosotros también estamos preparando el corazón para la Pascua cristiana, y esta actitud de Jesús es una invitación a expulsar del templo de nuestro espíritu, a todos los intrusos que se nos han ido metiendo: el egoísmo, el materialismo, el olvido de los hermanos, el deseo de poder y poseer, y tantos otros "ídolos" que vamos introduciendo en nuestra vida.

Para ayudarnos a realizar esta tarea, en la primera lectura se nos recuerdan los mandamientos, estas "señales" para no salirnos del camino de la comunión con Dios y nuestros hermanos, estos consejos para expulsar a los intrusos de nuestro corazón. Por esto, el salmista nos dice que la ley del Señor es perfecta, pura y alegra el corazón. Pero esta ley encontró su máxima expresión en el mandamiento del amor que nos dejó Jesús, de palabra y obra.

La Pascua a la que nos estamos preparando, es la manifestación más perfecta del mandamiento del amor. En la Cruz, Jesús es fiel al Proyecto del Padre de amarnos hasta las últimas consecuencias. Pero como dice San Pablo, este episodio fue "escándalo para los judíos y locura para los paganos", y aún hoy sigue siendo un hecho difícil de aceptar. Sin embargo, fue manifestación de la sabiduría y poder de Dios, una sabiduría que conoce hasta el último rincón de nuestro ser y nos empapa en su misericordia; un poder capaz de devolver bien por mal, vida por muerte, amor por odio.

A este Dios que es tan bueno, vamos a pedirle que nos ayude a expulsar de nuestro corazón todas aquellas cosas que nos alejan de Él; y a María, nuestra Madre que nos ayuda, le vamos a pedir tener un corazón dócil a la acción del Espíritu, que nos ayude a prepararnos adecuadamente a celebrar el infinito amor de Dios que se entregó por nosotros y nos salvó. 

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