domingo, 10 de diciembre de 2017

Domingo II de Adviento, ciclo B.

1ª lectura: Is 40, 1-5. 9-20; Sal 84; 2ª lectura: 2 Pe 3, 8-14; Evangelio: Marcos 1, 1-8.

Queridos/as hermanos/as:

¡Qué bueno es Dios!, que es fiel a su Palabra y cumple su Promesa.


¿Qué Promesa? Permítanme que lo repita una vez más. El proyecto de Dios fue crearnos por amor, para amar y ser felices, en plena unión con Él y nuestros hermanos. Pero nuestros primeros antepasados rompieron la relación con Dios, hecho que conocemos con el nombre de Pecado Original, provocando que nuestra naturaleza humana quedase herida y nu pudiese acceder a la felicidad. Pero inmediatamente, Dios prometió un Salvador que reconciliaría todas las cosas consigo. Desde ese momento comenzó el tiempo de la espera, marcado por la fidelidad de Dios, y la fragilidad e infidelidad del ser humano. Esta Promesa se cumplió en Jesús, a cuya venida en Navidad nos estamos preparando en este Adviento.

El domingo pasado las lecturas nos invitaban a estar prevenidos y atentos. Hoy nos invitan a preparar el camino y el corazón a la llegada del Señor.

Preparemos el camino. Que, como dice la carta de San Pedro, su Venida nos encuentre en paz con Él.

Es ésto, lo que hacía San Juan Bautista, predicando un bautismo para el perdón de los pecados y el cambio de vida, para que el pueblo se hallase en paz con Dios. Pero a este bautismo le faltaba algo fundamental. En este bautismo sólo se perdonaban los pecados, y permanecer en ese estado de pureza dependía en exclusivo de las personas, y... conocemos cuán débil es el ser humano.

Juan anunciaba la llegada de Aquél que bautizará con Espíritu Santo, no sólo para el perdón de los pecados, sino para que su Espíritu habite en nosotros y  nos ayude a permanecer fieles.

Estén prevenidos... preparen el camino... está cerca nuestra salvación.

A este Dios bueno y fiel, vamos a pedirle que nos regale su gracia para prepararnos y permanecer fieles a su voluntad; y a María, nuestra Madre Inmaculada, que nos cuide con su ternura para que sepamos evitar las tentaciones, y así, la Navidad nos encuentre en paz con Dios.

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